lunes, 4 de mayo de 2015

Sobre la vida, la muerte y el duelo ¡Carpe Diem!

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 04.05.2015]

Hoy hace una semana, media hora antes de entrar en clase, leí un correo en el que informaban sobre el fallecimiento de una de las alumnas de dicha clase. Por primera vez imparto una asignatura, junto con Rogelio Fernández, en el Titulado Universitario en Cultura y Solidaridad del Instituto de Ocio de la Universidad de Deusto. El alumnado es algo diferente al que suelo estar acostumbrada. Son personas de más edad (la mayoría jubiladas o prejubiladas) y tienen una dilatada experiencia personal y profesional. Nunca me había sucedido que se me muriera una alumna. Lo más parecido que había vivido es cuando murió repentinamente un compañero y amigo del campus de San Sebastián, Iñaki Beti, y tuve que asumir sus clases de Comunicación en las Organizaciones. Recuerdo lo dura que fue la primera clase… Ellos habían perdido a un profesor… Yo había perdido a un amigo…

Sabía por experiencia que en el aula iba a haber una emocionalidad muy intensa. En cuanto leí el correo le llamé a Rogelio, que ese día no iba a venir a clase conmigo. Acordamos que empezaríamos con un minuto de silencio y que luego actuaría según el estado de la clase. Al llegar al aula le hice salir un momento a una alumna, muy amiga de la fallecida. Esta alumna un par de semanas antes nos había comentado a ver si podían hacer juntas el trabajo de la asignatura porque la otra no iba a poder hacerlo y no quería perder el curso. Es más, para cuando se enteró de la noticia ya tenía impreso y encuadernado el trabajo con el nombre de ambas.  Estaba muy afectada… Y yo, que también estaba impactada, me contagié absolutamente. Tenía un nudo en la garganta y unas ganas de llorar difícilmente controlables.

Al entrar en clase la escena era curiosa. Estaban comiendo un pastel casero, celebrando el cumpleaños de una de las compañeras… Hicimos silencio y después invité a la clase a expresar sus sentimientos. La comunicación fue serena, profunda, el silencio hablaba en algunos momentos, la escucha muy activa… Como les dije, estábamos haciendo una ‘clase’ muy práctica (nuestra asignatura es “La comunicación humana”).  Decidimos seguir con lo que teníamos programado, una presentación de cinco minutos de tres de los alumnos. Después de eso les dije que me gustaría dar algunas breves notas sobre el duelo.  

La vida y la muerte son las dos caras de la misma moneda, por mucho que en occidente nos empeñemos en ganarle terreno a la muerte y la enfermedad. Constantemente estamos viviendo duelos. Cada pérdida supone cambios, que normalmente están acompañados de dolor, y exige que elaboremos el duelo. Y decimos elaborar porque se trata de un proceso y no de un estado en el que tenemos que reconstruir nuestro mundo sin aquello que hemos perdido (ya sea una persona, un objeto, un derecho, etc.). A lo largo del proceso hay toda una serie de manifestaciones corrientes (modificado de Worden, 1991, en Fernández Liria  y Rodríguez Vega, 2002, p.103):
Sentimientos: Tristeza, rabia (incluye rabia contra sí mismo e ideas de suicidio), irritabilidad, culpa y autorreproches, ansiedad, sentimientos de soledad, cansancio, indefensión, shock, anhelo, alivio, anestesia emocional...
Sensaciones Físicas: Molestias gástricas, dificultades para tragar o articular, opresión precordial, hipersensibilidad al ruido, despersonalización, sensación de falta de aire, debilidad muscular, pérdida de energía, sequedad de boca, trastornos del sueño...
Cogniciones: Incredulidad, confusión, dificultades de memoria, atención y concentración, preocupaciones, rumiaciones, pensamientos obsesivoides, pensamientos intrusivos con imágenes del muerto...
Alteraciones Perceptivas: Ilusiones, alucinaciones auditivas y visuales, generalmente transitorias y seguidas de crítica, fenómenos de presencia...
Conductas: Hiperfagia o anorexia, alteraciones del sueño, sueños con el fallecido o la situación, distracciones, abandono de las relaciones sociales, evitación de lugares y situaciones, conducta de búsqueda o llamada del fallecido, suspiros, inquietud, hiperalerta, llanto, visita de lugares significativos, atesoramiento de objetos relacionados con el desaparecido…”.

También se suele pasar por una serie de fases, en las que se puede ir tanto hacia adelante como hacia atrás, tal y como señalaba Elisabeth Kübler-Ross: negación; ira, enfado; pacto; depresión; y finalmente aceptación. Con la elaboración del duelo vamos desarrollando nuestra resiliencia, que es la “capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves” (http://news.psykia.com/content/psicolog%C3%ADa-positiva-resiliencia).

Uno de los alumnos nos comentó que se había quedado viudo catorce meses atrás y que lo que a él había aprendido al elaborar su duelo era que hay que centrarse en el presente, que el mañana no existe. La locución latina Carpe Diem (aprovecha el momento) nos recuerda eso, que no quiere decir que uno haga lo que se le ocurra o le apetezca sin mirar más allá ni pensar en las consecuencias. Se trata de vivir intensamente el momento presente, tomar lo que nos ofrece y disfrutarlo.

Fue una clase dura pero muy intensa e interesante… ¡Carpe Diem!

Bibliografía
  • Fernández Liria, Alberto y Rodríguez Vega, Beatriz (2003): “Intervenciones sobre problemas relacionados con el duelo en situaciones de catástrofe, guerra o violencia política”, Revista de psicoterapia, Vol. XII, N.48, pp-95-122.